Carlos Córdoba
@CordobCarlos
Colombia acaba de adelantar el proceso democrático de renovación de mandatarios territoriales. Hace apenas una semana fueron elegidos 32 nuevos gobernadores y más de 1100 alcaldes. Entre ellos los alcaldes y alcaldesas de las principales ciudades del país. La democracia consiste en tener reglas ciertas para resultados inciertos, dicen por ahí. Paradójicamente los que perdieron tienen el camino más claro y se quitan un peso de encima, lo complicado viene para los ganadores. Un amigo me recordad que hay un proceso que es común en la mayoría de los ganadores de elecciones. Un proceso que esta, se podría decir, determinado y que la mayoría siguen al pie de la letra de manera inconsciente.
En un primer momento está la euforia y el sentido de
gratitud, hasta el más arrogante de los candidatos reconoce que no estaría allí
de no ser por la gente que confió en él, le escuchó, “compró” sus propuestas y
le ratificó su fe en las urnas, porque eso también es la democracia, un acto de
fe. Los alcaldes electos sonríen, hablan por los medios, salen a las calles a
abrazar y besar al primero que se les atraviesa, esta vez no para buscar un
esquivo voto, sino para manifestar el jubilo que les invade por haber ganado.
Son amigos de todo el mundo, invitan a los contradictores a zanjar diferencias,
prometen recoger las mejores propuestas de los que perdieron y como cereza del
postre manifiestan que son los alcaldes de todos y que harán gobiernos sin
revanchismos y dando continuidad, algunos incluso llegan a citar la manida
frase de “construir sobre los construido”. En casos de ganadores de oposición a
los anteriores prometen reinventar la ciudad.
Lamentablemente esta etapa dura poco, una o dos semanas por
mucho, luego los candidatos electos sufren una transformación, en algunos es
tan radical que es digna de la obra de Stevenson, a la gratitud sigue el ego
del ganador que generalmente es acompañado por el sanedrín de “buenos”
consejeros. En esta etapa el nuevo burgomaestre comienza a recordar que en
realidad no tiene tantas coincidencias con los que perdieron, que la verdad es
que él o ella se hicieron a pulso y no le debe mucho a nadie, que se inscribió
por firmas o que su partido apenas si le
dio un discreto apoyo. Los áulicos recuerdan la afrenta de este, la falta de
apoyo de aquel y la ausencia de un tercero. El inundado de gratitud se embriaga
de en su pre-poder y se siente, si no el centro del mundo, si por lo menos de
la ciudad. Lo desafortunado de esto es que este periodo coincide con la
conformación de los equipos de gobierno e inicio de la concreción del programa
con el cual va a gobernar. “Nadie gobierna con sus enemigos”, “cada torero trae
su cuadrilla” rezan algunos adagios, lamentablemente no en pocas ocasiones los
cuadros de gobierno terminan conformándose con radicales que posan de centrados
o de técnicos y que al final terminan no sumando tanto para los resultados,
pero que eso sí, le dan la razón en todo a su jefe.
El tercer momento es enfrentar el ejercicio del poder. Es
cuando muchos van a recordar la frase “ten cuidado con lo que deseas porque se
te puede cumplir”, el maravilloso ejercicio de gobernar para el pueblo, que
promulgaban los griegos, se parece en la práctica mucho más a las
investigaciones de Foucault sobre los dispositivos del poder o a los análisis
hechos por Deleuze sobre la repulsión propia que tienen los individuos hacia
las representaciones y el Estado en cualquiera de sus formas. Al ejercito de
burócratas hay que sumarle las decenas de tomos de regulaciones normativas, las
negociaciones con los concejos y los partidos, el ojo acusador de los medios y
el implacable y a veces ciego rasero de los llamados órganos de control. A
pocos de ellos les interesan las propuestas del ahora Alcalde, cada uno cumple
su papel en el engranaje y para colmo de males la ciudadanía nunca esta
satisfecha y siempre se siente mal representada en los espacios de
participación.
Tres consejos no pedidos: disfruten la fase de gratitud y
conserven un poquito de eso durante todo su gobierno, moderen su fase ególatra
y piensen en que un valor importante de los equipos de gobierno es tener voces
disonantes, tenemos muchos ejemplos de unanimismos insulsos e inoperantes que
solo lograron polarizar. Finalmente no olviden, como ya lo concluyo Richard
Sennett que la ciudad es un espacio de libertad donde la piedra (la
infraestructura) debe estar al servicio de la carne (los seres humanos) y donde
la mayor virtud es poder alcanzar la inclusión, es decir, en la ciudad todos
debemos sentirnos adentro. ¡Suerte!
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