Los resucitados en la ciudad
Carlos Córdoba. @CordobCarlos
Va la primera de tres
columnas sobre la relación de los resucitados con la ciudad. En las otras se escribirá
sobre los zombies y los santos.
I.
De los bienaventurados
La resurrección
(levantarse, volver a nacer, resurgir) es un mito antiguo, varias
investigadores han concluido que son diversas las religiones que coinciden en
el renacimiento como parte de mito unificador de sus creencias[1]. En la religión griega, así como en las mitologías nórdicas la
diferencia más importante era entre lo mortal y lo inmortal y aunque existían
relatos de mortales que volvían a la vida después de morir gracias a la
intercepción de algún dios, esto no era el centro de la creencia. En el antiguo
testamento se encuentran varias referencias a la resurrección, en
especial por mediación de profetas. A la vez se le da a Yahvé la facultad
de resucitar[2]. Hay también diversas alusiones a la resurrección en sentido
metafórico como preservación del pueblo de Israel[3].
Pero es el nuevo
testamento el que le da un carácter estratégico a la resurrección a los bienaventurados.
La resurrección en el nuevo testamento no solo es la prueba más grande de la
descendencia divina de Jesús, sino su promesa central para la salvación[4].
Así la fabula de la
resurrección de cristo, es convertida por los primeros cristianos y
especialmente por Pablo en la piedra angular de la nueva religión[5], la religión que no solo promete vida eterna sino que la carne tomara
vida nuevamente, claro esta esto solo le sucederá a los bienaventurados. Jesús
no fue el único ni el primero que se autoproclamó el Mesías, de echo, parte de
la falta de credibilidad que inicialmente le daban los judíos se debía en parte
a que en Jerusalén estaban un poco cansados de tanto mecías que quería
salvarlos[6]. Pero es la alegoría de la resurrección la que permite que en adelante
los cristianos le den un sentido a toda la vida de Jesús, desde su candido
nacimiento hasta su sufrida muerte.
Durante muchos años la
resurrección fue el centro de la fe cristiana pero no llegó a tener mayores reflexiones
más allá de los actos de fe. Será en la edad media cuando se escriben algunos
tratados que se ocupan ya no de la resurrección del alma si no de lo que
Agamben llama la fisiología de los bienaventurados[7]. Los religiosos estudiosos del tema trataban de dilucidar la relación
entre el cuerpo resucitado y el cuerpo que se tenía en vida. Apuesto a que muy
pocos de los que lean esto se habían hecho esa pregunta, ¿es el mismo cuerpo?,
¿es el mismo ser? Estas preguntas son generales y tal vez sencillas, pero
retomemos algunas otras cuestiones puntuales sobre las cuales se discutía en el
medioevo. “Si a un ladrón se le había amputado una mano ¿debería esta volver a unirse
al cuerpo al momento de la resurrección?”. Una pregunta que se hacía Tomas de
Aquino era: la costilla de Adán, a partir de la cual se formó Eva, ¿resucitará
en él o en ella?, otros se preguntaban: ¿qué pasará con el cabello y las
uñas?, que sucederá con los antropófagos ¿el cuerpo de sus victimas resucitará
en sus estómagos? Algún teólogo llego a preguntarse si los intestinos
resucitarían llenos o vacíos, es decir si las inmundicias humanas también
resucitarían.
Pero la reflexión no
terminaba allí, los creativos teólogos y hombres de fe también se preguntaban
por lo que podríamos llamar las rutinas de los resucitados. Van algunas
preguntas más: ¿qué función tienen los órganos sexuales de los resucitados?,
¿tendrían relaciones sexuales?, ¿si las tienen, podrían procrear?, ¿necesitarán
alimento? Así las cosas, las primeras preguntas por lo que hoy podríamos llamar
la superpoblación surgen también en el medioevo, de hecho estas preguntas se
dan en medio de la conformación de las ciudades-fortaleza o ciudad-muralla. Con
la resurrección y la posibilidad de engendrar no solo de los vivos sino de los
resucitados y con la ausencia de muerte definitiva, rápidamente el mundo, el
paraíso, no sería lo suficientemente grande para darles cabida a todos. Cómo
adicionalmente esta reflexión se hacía en una época en que no se había
inventado el inodoro y las ciudades estaban teniendo problemas de saneamiento
básico, también había preocupación por qué hacer con tanto excremento, de allí la
frase de Guillermo de Paris que recuerda Agamben: “maledicta paradisus in
qua tantum cacatur!”.
Vayamos un poco más allá
con la imaginación, ¿qué pasaría con los resucitados en las ciudades de hoy?,
¿cabríamos todos nacidos y renacidos? Hoy tal vez no volveríamos a las
preguntas de la edad media, pero si a las preocupaciones de las rutinas de la
vida diaria urbana. Ya me imagino yo a los políticos de China o India haciendo
enmiendas a la Ley de hijo único para anunciar que sólo se permitirá un
resucitado por familia a riesgo de que se les eche a perder un par de décadas
de control de natalidad. Qué harían los musulmanes de línea dura con sus
resucitados que se han inmolado ¿les volverían a pedir que explotaran bombas ya
que son mano de obra con experiencia? Cómo procederían los gringos con sus
muertos por sobrepeso ¿les prohibirían la entrada a Macdonalds o solo les
comprarían seguros de “vida” mas caros?, ¿los resucitados tendrían el descaro
de ir a Macdonalds?, ¿venderían seguros de “vida” para los resucitados? Y que
decir de nosotros en Colombia, no me quiero imaginar el trámite para incluir a
un resucitado miembro de la familia en el POS, ¿nos pedirían que al lado del
acta de defunción anexáramos un certificado de resurrección autenticado?,
¿quién expediría esos certificados?, con toda seguridad se abriría una gran
discusión si son las notarías o los juzgados.
Los principales problemas
efectivamente lo tendrían las ciudades, nuestros sistemas de transporte, los
espacios públicos, los colegios, los restaurantes, la gente comenzaría ver a
los bienaventurados con la sonrisita de cortesía pero lo más probable es que su
“tolerancia” no diera para mucho. Entonces vendría la segregación y la resucitofobia,
ese raro síndrome que no demoraría en ser diagnosticado por psicólogos
profesionales y aficionados y que concluirían que no soportamos a los
bienaventurados. No es muy difícil concluir que eso pasará, pues si en nuestras
ciudades de hoy tenemos fobias por el color de la piel, la tendencia sexual, la
edad o el género, las creencias o las ideas políticas, no me quiero imaginar
los movimientos antiresucitados y sus carteles exigiendo que se vayan. De otro
lado no dudo que se comenzarían a generar discursos de inclusión, acciones de
tutela y hasta demostraciones de convivencia pacífica como un matrimonio en la
plaza de Bolívar entre una viva y un resucitado mostrando que “todas y todos
somos ciudad”.
La iglesia ha guardado
silencio durante los últimos siglos sobre la fisiología y las rutinas esperadas
de los bienaventurados. Aunque a diario se repite en los pulpitos la promesa de
la salvación y la resurrección, esta ya es entendida por los propios clérigos
como un simbolismo fabulado que por supuesto no resistiría 15 minutos de
debate. Además, el papa y su corte tienen suficientes problemas con la
infiltración de la mafia en el Banco del Vaticano, con la permisibilidad con la
pederastia y con su doble moral con el homosexualismo y el aborto, como para
ponerse a hacer reflexiones sobre millones de seres humanos que vuelven de sus
tumbas a habitar unas ciudades que por supuesto ya no es un paraíso. Los
políticos no se ocuparán del tema, a menos que pudieran sacar provecho, es
decir, a menos que pudieran sacar las cedulas de los muertos que han utilizado
varias veces y mostrar que efectivamente esos muertos podían votar –¡si, si
Forero Fetecua tenía razón, los muertos pueden votar!-. Pensándolo bien los
resucitados son el sueño de todo político corrupto. Mejor dejémoslos en sus
tumbas, tal vez su gran bienaventuranza sea seguir estando muertos y no venir a
que los importunemos en la ciudad.
[1] Para MacCabe hay
similitudes por lo menos entre el mito cristiano, el sumerio y el
egipcio. De hecho para este autor la resurrección de Cristo no tiene nada
original y más bien fue una adaptación judeocristiana de mitos anteriores. McCabe,
Joseph (1993). The myth of the resurrection and other essays. Buffalo, NY.
Prometheus Books.
[2] «Él, que todas tus
culpas perdona, que cura todas tus dolencias, rescata tu vida de la fosa, te
corona de amor y de ternura» (Salmo 103[102]:3-4)
“1La mano de Jehová vino sobre mí, y me
llevó en el Espíritu de Jehová, y me puso en medio de un valle que estaba lleno
de huesos.
2 Y me hizo pasar cerca de ellos por
todo en derredor; y he aquí que eran muchísimos sobre la faz del campo, y por
cierto secos en gran manera.
3 Y me dijo: Hijo de hombre, ¿vivirán
estos huesos? Y dije: Señor Jehová, tú lo sabes.
4 Me dijo entonces: Profetiza sobre
estos huesos, y diles: Huesos secos, oíd palabra de Jehová.
5 Así ha dicho Jehová el Señor a estos
huesos: He aquí, yo hago entrar espíritu en vosotros, y viviréis.
6 Y pondré tendones sobre vosotros, y
haré subir sobre vosotros carne, y os cubriré de piel, y pondré en vosotros
espíritu, y viviréis; y sabréis que yo soy Jehová.
7 Profeticé, pues, como me fue
mandado; y hubo un ruido mientras yo profetizaba, y he aquí un temblor; y los
huesos se juntaron cada hueso con su hueso.
8 Y miré, y he aquí tendones sobre
ellos, y la carne subió, y la piel cubrió por encima de ellos; pero no había en
ellos espíritu.
9 Y me dijo: Profetiza al espíritu,
profetiza, hijo de hombre, y di al espíritu: Así ha dicho Jehová el Señor:
Espíritu, ven de los cuatro vientos, y sopla sobre estos muertos, y vivirán.
10 Y profeticé como me había mandado,
y entró espíritu en ellos, y vivieron, y estuvieron sobre sus pies; un ejército
grande en extremo.
11 Me dijo luego: Hijo de hombre,
todos estos huesos son la casa de Israel. He aquí, ellos dicen: Nuestros huesos
se secaron, y pereció nuestra esperanza, y somos del todo destruidos.
12 Por tanto, profetiza, y diles: Así
ha dicho Jehová el Señor: He aquí yo abro vuestros sepulcros, pueblo mío, y os
haré subir de vuestras sepulturas, y os traeré a la tierra de Israel.
13 Y sabréis que yo soy Jehová, cuando
abra vuestros sepulcros, y os saque de vuestras sepulturas, pueblo mío.
14 Y pondré mi Espíritu en vosotros, y
viviréis, y os haré reposar sobre vuestra tierra; y sabréis que yo Jehová
hablé, y lo hice, dice Jehová.”
[4] El apóstol Pablo
dice:"todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios"
(Romanos 3:23), pero luego agrega: "Porque la paga del pecado es muerte,
mas ladádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro"
(Romanos 6:23).
Luego afirma en su carta a los Corintios:
"esto mortal se vista de inmortalidad", en la resurrección que
ocurrirá cuando Cristo regrese” (1 Corintios 15:53).