miércoles, 4 de septiembre de 2013

Los resucitados en la ciudad: I. De los bienaventurados.




Los resucitados en la ciudad
Carlos Córdoba. @CordobCarlos


Va la primera de tres columnas sobre la relación de los resucitados con la ciudad. En las otras se escribirá sobre los zombies y los santos.

I.                   De los bienaventurados

La resurrección (levantarse, volver a nacer, resurgir) es un mito antiguo, varias investigadores han concluido que son diversas las religiones que coinciden en el renacimiento como parte de mito unificador de sus creencias[1]. En la religión griega, así como en las mitologías nórdicas la diferencia más importante era entre lo mortal y lo inmortal y aunque existían relatos de mortales que volvían a la vida después de morir gracias a la intercepción de algún dios, esto no era el centro de la creencia. En el antiguo testamento se encuentran varias referencias a la resurrección, en especial  por mediación de profetas. A la vez se le da a Yahvé la facultad de resucitar[2].  Hay también diversas alusiones a la resurrección en sentido metafórico como preservación del pueblo de Israel[3].
Pero es el nuevo testamento el que le da un carácter estratégico a la resurrección a los bienaventurados. La resurrección en el nuevo testamento no solo es la prueba más grande de la descendencia divina de Jesús, sino su promesa central para la salvación[4].

Así la fabula de la resurrección de cristo, es convertida por los primeros cristianos y especialmente por Pablo en la piedra angular de la nueva religión[5], la religión que no solo promete vida eterna sino que la carne tomara vida nuevamente, claro esta esto solo le sucederá a los bienaventurados. Jesús no fue el único ni el primero que se autoproclamó el Mesías, de echo, parte de la falta de credibilidad que inicialmente le daban los judíos se debía en parte a que en Jerusalén estaban un poco cansados de tanto mecías que quería salvarlos[6]. Pero es la alegoría de la resurrección la que permite que en adelante los cristianos le den un sentido a toda la vida de Jesús, desde su candido nacimiento hasta su sufrida muerte.
Durante muchos años la resurrección fue el centro de la fe cristiana pero no llegó a tener mayores reflexiones más allá de los actos de fe. Será en la edad media cuando se escriben algunos tratados que se ocupan ya no de la resurrección del alma si no de lo que Agamben llama la fisiología de los bienaventurados[7]. Los religiosos estudiosos del tema trataban de dilucidar la relación entre el cuerpo resucitado y el cuerpo que se tenía en vida. Apuesto a que muy pocos de los que lean esto se habían hecho esa pregunta, ¿es el mismo cuerpo?, ¿es el mismo ser? Estas preguntas son generales y tal vez sencillas, pero retomemos algunas otras cuestiones puntuales sobre las cuales se discutía en el medioevo. “Si a un ladrón se le había amputado una mano ¿debería esta volver a unirse al cuerpo al momento de la resurrección?”. Una pregunta que se hacía Tomas de Aquino era: la costilla de Adán, a partir de la cual se formó Eva, ¿resucitará en él o en ella?,  otros se preguntaban: ¿qué pasará con el cabello y las uñas?, que sucederá con los antropófagos ¿el cuerpo de sus victimas resucitará en sus estómagos? Algún teólogo llego a preguntarse si los intestinos resucitarían llenos o vacíos, es decir si las inmundicias humanas también resucitarían.
Pero la reflexión no terminaba allí, los creativos teólogos y hombres de fe también se preguntaban por lo que podríamos llamar las rutinas de los resucitados. Van algunas preguntas más: ¿qué función tienen los órganos sexuales de los resucitados?, ¿tendrían relaciones sexuales?, ¿si las tienen, podrían procrear?, ¿necesitarán alimento? Así las cosas, las primeras preguntas por lo que hoy podríamos llamar la superpoblación surgen también en el medioevo, de hecho estas preguntas se dan en medio de la conformación de las ciudades-fortaleza o ciudad-muralla. Con la resurrección y la posibilidad de engendrar no solo de los vivos sino de los resucitados y con la ausencia de muerte definitiva, rápidamente el mundo, el paraíso, no sería lo suficientemente grande para darles cabida a todos. Cómo adicionalmente esta reflexión se hacía en una época en que no se había inventado el inodoro y las ciudades estaban teniendo problemas de saneamiento básico, también había preocupación por qué hacer con tanto excremento, de allí la frase de Guillermo de Paris que recuerda Agamben: “maledicta paradisus in qua tantum cacatur!”.

Vayamos un poco más allá con la imaginación, ¿qué pasaría con los resucitados en las ciudades de hoy?, ¿cabríamos todos nacidos y renacidos? Hoy tal vez no volveríamos a las preguntas de la edad media, pero si a las preocupaciones de las rutinas de la vida diaria urbana. Ya me imagino yo a los políticos de China o India haciendo enmiendas a la Ley de hijo único para anunciar que sólo se permitirá un resucitado por familia a riesgo de que se les eche a perder un par de décadas de control de natalidad. Qué harían los musulmanes de línea dura con sus resucitados que se han inmolado ¿les volverían a pedir que explotaran bombas ya que son mano de obra con experiencia? Cómo procederían los gringos con sus muertos por sobrepeso ¿les prohibirían la entrada a Macdonalds o solo les comprarían seguros de “vida” mas caros?, ¿los resucitados tendrían el descaro de ir a Macdonalds?, ¿venderían seguros de “vida” para los resucitados? Y que decir de nosotros en Colombia, no me quiero imaginar el trámite para incluir a un resucitado miembro de la familia en el POS, ¿nos pedirían que al lado del acta de defunción anexáramos un certificado de resurrección autenticado?, ¿quién expediría esos certificados?, con toda seguridad se abriría una gran discusión si son las notarías o los juzgados.

Los principales problemas efectivamente lo tendrían las ciudades, nuestros sistemas de transporte, los espacios públicos, los colegios, los restaurantes, la gente comenzaría ver a los bienaventurados con la sonrisita de cortesía pero lo más probable es que su “tolerancia” no diera para mucho.  Entonces vendría la segregación y la resucitofobia, ese raro síndrome que no demoraría en ser diagnosticado por psicólogos profesionales y aficionados y que concluirían que no soportamos a los bienaventurados. No es muy difícil concluir que eso pasará, pues si en nuestras ciudades de hoy tenemos fobias por el color de la piel, la tendencia sexual, la edad o el género, las creencias o las ideas políticas, no me quiero imaginar los movimientos antiresucitados y sus carteles exigiendo que se vayan. De otro lado no dudo que se comenzarían a generar discursos de inclusión, acciones de tutela y hasta demostraciones de convivencia pacífica como un matrimonio en la plaza de Bolívar entre una viva y un resucitado mostrando que “todas y todos somos ciudad”.

La iglesia ha guardado silencio durante los últimos siglos sobre la fisiología y las rutinas esperadas de los bienaventurados. Aunque a diario se repite en los pulpitos la promesa de la salvación y la resurrección, esta ya es entendida por los propios clérigos como un simbolismo fabulado que por supuesto no resistiría 15 minutos de debate. Además, el papa y su corte tienen suficientes problemas con la infiltración de la mafia en el Banco del Vaticano, con la permisibilidad con la pederastia y con su doble moral con el homosexualismo y el aborto, como para ponerse a hacer reflexiones sobre millones de seres humanos que vuelven de sus tumbas a habitar unas ciudades que por supuesto ya no es un paraíso. Los políticos no se ocuparán del tema, a menos que pudieran sacar provecho, es decir, a menos que pudieran sacar las cedulas de los muertos que han utilizado varias veces y mostrar que efectivamente esos muertos podían votar –¡si, si Forero Fetecua tenía razón, los muertos pueden votar!-. Pensándolo bien los resucitados son el sueño de todo político corrupto. Mejor dejémoslos en sus tumbas, tal vez su gran bienaventuranza sea seguir estando muertos y no venir a que los importunemos en la ciudad.



[1] Para  MacCabe hay similitudes por lo menos entre el mito cristiano, el sumerio y el egipcio.  De hecho para este autor la resurrección de Cristo no tiene nada original y más bien fue una adaptación judeocristiana de mitos anteriores. McCabe, Joseph (1993). The myth of the resurrection and other essays. Buffalo, NY. Prometheus Books.
[2] «Él, que todas tus culpas perdona, que cura todas tus dolencias, rescata tu vida de la fosa, te corona de amor y de ternura» (Salmo 103[102]:3-4)
[3]En el capitulo 37 del libro de Ezequiel se habla de El valle de los huesos secos
“1La mano de Jehová vino sobre mí, y me llevó en el Espíritu de Jehová, y me puso en medio de un valle que estaba lleno de huesos.
2 Y me hizo pasar cerca de ellos por todo en derredor; y he aquí que eran muchísimos sobre la faz del campo, y por cierto secos en gran manera.
3 Y me dijo: Hijo de hombre, ¿vivirán estos huesos? Y dije: Señor Jehová, tú lo sabes.
4 Me dijo entonces: Profetiza sobre estos huesos, y diles: Huesos secos, oíd palabra de Jehová.
5 Así ha dicho Jehová el Señor a estos huesos: He aquí, yo hago entrar espíritu en vosotros, y viviréis.
6 Y pondré tendones sobre vosotros, y haré subir sobre vosotros carne, y os cubriré de piel, y pondré en vosotros espíritu, y viviréis; y sabréis que yo soy Jehová.
7 Profeticé, pues, como me fue mandado; y hubo un ruido mientras yo profetizaba, y he aquí un temblor; y los huesos se juntaron cada hueso con su hueso.
8 Y miré, y he aquí tendones sobre ellos, y la carne subió, y la piel cubrió por encima de ellos; pero no había en ellos espíritu.
9 Y me dijo: Profetiza al espíritu, profetiza, hijo de hombre, y di al espíritu: Así ha dicho Jehová el Señor: Espíritu, ven de los cuatro vientos, y sopla sobre estos muertos, y vivirán.
10 Y profeticé como me había mandado, y entró espíritu en ellos, y vivieron, y estuvieron sobre sus pies; un ejército grande en extremo.
11 Me dijo luego: Hijo de hombre, todos estos huesos son la casa de Israel. He aquí, ellos dicen: Nuestros huesos se secaron, y pereció nuestra esperanza, y somos del todo destruidos.
12 Por tanto, profetiza, y diles: Así ha dicho Jehová el Señor: He aquí yo abro vuestros sepulcros, pueblo mío, y os haré subir de vuestras sepulturas, y os traeré a la tierra de Israel.
13 Y sabréis que yo soy Jehová, cuando abra vuestros sepulcros, y os saque de vuestras sepulturas, pueblo mío.
14 Y pondré mi Espíritu en vosotros, y viviréis, y os haré reposar sobre vuestra tierra; y sabréis que yo Jehová hablé, y lo hice, dice Jehová.”
[4] El apóstol Pablo dice:"todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios" (Romanos 3:23), pero luego agrega: "Porque la paga del pecado es muerte, mas ladádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro" (Romanos 6:23).
Luego afirma en su carta a los Corintios: "esto mortal se vista de inmortalidad", en la resurrección que ocurrirá cuando Cristo regrese” (1 Corintios 15:53).
[5] BADIOU, Alain (1999) San Pablo: La fundación del universalismo. Anthropos. Barcelona.
[6] SEBAG-MONTEFIORE, Simon (2012) Jerusalén la biografía. Cátedra. Barcelona. Pag 139-148.
[7] AGAMBEN, Giorgio (2005). Lo abierto: El hombre y el animal. Pre-textos. Valencia. Pag 31-34.