lunes, 25 de agosto de 2014

Las ciudades de Cortázar



@CordobCarlos

Nada distinto se me ocurre para conmemorar los 100 años del nacimiento de Julio Cortázar que hablar de su relación con las ciudades. Cuando dictaba mi seminario de ciudad en la Universidad Nacional tenía un juego en la primera clase con los estudiantes en el que yo decía una ciudad y ellos tenían que decir un autor o viceversa. Hay una relación grande entre los autores y las ciudades, difícil pensar en Hemingway sin la Habana, Joyce sin Dublín, Bukowski sin Los Ángeles, Amado sin Bahía y Bolaños sin el DF, solo por poner algunos ejemplos. En estos mismos ejemplos es obligado hablar de la relación de Cortázar con París. “El París de Cortázar” es un término bastante común entre los seguidores de su obra, y especialmente de Rayuela, ya que no es toda la ciudad la que aparece en sus novelas y cuentos, no son ni sus grandes monumentos ni sus majestuosas joyas arquitectónicas, no es Notre Dame, que apenas si es mencionada. Son sobre todo las calles y los cafés por los que deambuló Oliveira, la Maga y los miembros del Club de la Serpiente.
No es nada más, un viejo teatro al que Horacio llega deambulando y conoce a Berthe Trépat y la rivera del Sena donde el mismo Horacio termina compartiendo un botella con la clocharde Emmanuèle  y de paso ganándose la deportación a Buenos Aires.

El resto son las calles, muchas de ellas en el barrio latino, la principal la Rue de Seine, en especial su conexión a través del arco con la Quai de Conti.
Allí empieza Rayuela y pareciera que desde allí todas las calles son las mismas. La vidriera sobre la rue Monsieur le Prince, el café Bonaparte en la calle que lleva el mismo nombre, la rue Tournefort o la rue du Sommerard, por todos y cada uno de esos lugar los que deambulan bien puede ser la Maga con su inocencia y candidez que pueden llevar del amor a la exasperación en ida y vuelta con mucha facilidad, o bien sea Horacio Oliveira quien tiene una relación tan ambigua con los lugares que por un lado es difícil describirlos sin su presencia, pero a la vez bien podría estar en las antípodas del mundo y su existencialismo: “a Horacio le duele el mundo”, sus preguntas: ¿A vos no te pasa que te despertás a veces con la exacta conciencia de que en ese momento empieza una increíble equivocación?, su particular concepción del mundo hace que en un momento el lector pierda interés por el entorno.
Es difícil pensar Rayuela sin París, pero para los que la leímos y luego conocimos la ciudad, es imposible imaginar a París sin Rayuela.

Por su puesto no fue su única ciudad. La mitad de la novela ocurre en Buenos Aires, pero allí la ciudad se hace escurridiza, ni las calles, ni los cafés, ni la ciudad como tal es parte de la novela. Allí empiezan a emerger los demonios que París guardó, allí la calle más emblemática es la que sirve de escenario al enfrentamiento entre Horacio y Traveler con Talita como mensajera y una bolsa de yerba mate como trofeo de guerra en el capítulo 41. Este fue el primer capitulo de Rayuela que escribió Cortázar, la celebre discusión de los tablones. En Buenos Aires Rayuela se recoge en los espacios internos, en el circo con el gato calculista, en el manicomio con el viejo que pide que maten el perro, en el cuarto de Horacio donde prepara las trampas de guerra contra Traveler, el más grande de sus amigos.

El libro de Manuel volverá a tener a París como escenario, Los premios suceden en un Barco de América a Europa, 62 modelo para armar transcurre entre Paris y Londres.
En los cuentos nos topamos con varias ciudades, muchos suceden en Buenos Aires como Carta a una señorita en París donde el personaje deja salir conejitos vivos de su boca “Usted se ha ido a París, yo me quedé con el departamento de la calle Suipacha, elaboramos un simple y satisfactorio plan de mutua convivencia hasta que septiembre la traiga de nuevo a Buenos Aires”, otra vez Londres en Instrucciones para John Howell. Hasta hay uno que sucede en una ciudad de otro planeta: De la simetría interplanetaria, donde el protagonista es llevado a faros y presencia el asesinato de lo que podría ser el Jesucristo farense: “Apenas desembarcado en el planeta Faros, me llevaron los farenses a conocer el ambiente físico, fitogeográfico, zoogeográfico, político-económico y nocturno de su ciudad capital que ellos llaman 956

Cortázar viajó mucho a América en sus años de apoyo a las causas socialistas. La Habana,
Managua, Santiago, Buenos Aires e incluso ciudades de Norteamérica, nació por equivocación en Bruselas, creció en Banfield, fue profesor en Chiclayo, conoció y disfrutó Buenos Aires, pero su ciudad, su gran ciudad fue París, de eso no puede quedar la menor duda. ¿Cómo la entendía?, ¿qué significaba para él?  La aseveración que Gregoroviua deja en el aire en el capítulo 26 da una pista: “En el fondo París es una enorme metáfora” Pero su vivencia y su relación con esta hermosa ciudad tal vez este mejor descrita en la carta que la Maga le escribe a Rocamadour en el Capítulo 32:
“Es así Rocamadour: En París somos como hongos, crecemos en los pasamanos de las escaleras, en piezas oscuras donde huele a sebo, donde la gente hace todo el tiempo el amor y después fríe huevos y pone discos de Vivaldi, enciende los cigarrillos y habla como Horacio y Grevorovius y Wong y yo, Rocamadour, y como Perico y Ronald y Babs, todos hacemos el amor y freímos huevos y fumamos, ah, no puedes saber todo lo que fumamos, todo lo que hacemos el amor, parados, acostados, de rodillas, con las manos, con las bocas, llorando o cantando, y afuera hay de todo, las ventanas dan al aire y eso empieza con un gorrión o una gotera, llueve muchísimo aquí… Casi no tenemos ropa, nos arreglamos con tan poco, un buen abrigo, unos zapatos en los que no entre el agua, somos muy sucios, todo el mundo es muy sucio y hermoso en París…”



Esa París donde todo el mundo es sucio y hermoso es la ciudad que lo aceptó y en la que él decidió que nacieran y crecieran sus personajes, sus filias y sus amores, es la ciudad que lo vio crecer como escritor y fue testigo de este enormísimo cronopio en el que se convirtió, es la ciudad que se resigno a que Cortázar tuviera una imposibilidad ontológica en aceptar la realidad tal y como es, su realidad siempre fue otra. 100 años después de su nacimiento, no me deja de dar un poco de envidia y añorar que ojala algún día uno pueda relacionarme y vivir con una ciudad como Cortázar vivió con París.