martes, 15 de marzo de 2016

Cerebros en cubetas urbanas

Como el “cerebro” es así, uno va ligando los acontecimientos, tanto los trascendentales como los más cotidianos en la ciudad. Sus lecturas con sus vivencias, sus satisfacción con sus estupefacciones. El domingo pasado murió el filósofo Hilary Putnam, esta semana hubo un paro de taxistas en Bogotá e Ibague y yo terminé de leer el hermoso libro “El aroma del tiempo” del filósofo chino Byung-Chul Han. Nada más inconexo para una terca relación, pero el cerebro es así, así es también un poco el corazón con todas las relaciones.

Comienzo por la mitad. El “paro”, que terminó siendo una peligrosa muestra de hasta donde puede llegar la violencia urbana por ausencia de lo público, marca una triste pelea ya perdida,  la resistencia de taxistas tradicionales a la inevitable entrada de la tecnología y al paso de las nuevas economías urbanas, su pintada de otros taxis que no se unieron a la protesta, pinchada de llantas y rotura de vidrios son muestras desesperadas, son hachazos contra el computador para defender el Abaco mientras las instituciones públicas intentan entender el problema para “regularlo”. Ya lo decía Deleuze, el Estado se hace bastante inútil en su trabajo de sobrecodificación mientras el mercado descodifica.

Pero ¿por qué afecta tanto esto a la ciudad?, porque los taxis, los Uber, los ZipCar o los Lyft compiten por una relación con el tiempo urbano. Los taxis y similares no solo son los trasportes públicos que buscan evadir los tiempos tumultuosos e incómodos de otras formas de transporte masivo, si no a la vez es una competencia por calidad del tiempo. Los buenos modales, los aromas agradables, los comportamientos cívicos al volante parecen ser el gran contrincante contra la sencilla forma de pasar semáforos en rojo, la alternativa a la simple lucha contra el tiempo de la ciudad a la que se apostaba con los taxis tradicionales. La ciudad imponen los tiempos y los ciudadanos los retamos, los taxis se habían mostrado como los aliados en ese reto pero este arcaico modelo hace agua y llega la tecnología a marcar su territorio, lo interesante de esto es que los atributos del competidor muestran que la gente no solo quiere correr sino que quiere disfrutar el tiempo, si no sonara a sacrilegio contra la productividad diría que incluso la gente quiere demorarse. Tal como son las luchas posfordistas los taxistas pelean contra un fantasma, no es contra otros conductores o contra coches pintados de blanco, parece un chiste de mal gusto pero pelean contra una “aplicación”, se podrán tardar algunos meses o hasta años pero es una pelea perdida.

Pero vuelvo a decir, el problema no esta en esa pelea, el problema es nuestra relación con el tiempo en la ciudad. El tiempo en la ciudad ya no es un encadenamiento particular de acontecimientos sino una pulsión por amontonar todo en un presente que debe resolverse. Los atascos en el tráfico son un pálido reflejo de lo que es el “atasco” de presente. Todo se acumula en el presente y esta prohibido demorarse. La pulsión lleva a la realización de múltiples presentes simultáneos con exceso de posibilidades de conexión que abren cada vez más direcciones posibles. He ahí la tragedia, el acumulado de presente pide resolver, “aprovechar el tiempo”, pero a la vez acumula opciones que dispersan y tientan a “perder el tiempo”.

Byung-Chul Han invita a demorarse, a ser, “Solo el ser da lugar al demorarse, porqué está y permanece” si somos tiempo debemos ser capaces de dar una duración, de luchar contra la caducidad de las cosas, de las relaciones y de los acontecimientos.


Finalmente vale la pena resaltar que de los muchos aportes de Putnam a la filosofía analítica y al pragmatismo, el que suele resaltarse más es su ejemplo de los cerebros en una cubeta. ¿qué nos garantiza que después de todas las carreras en taxis o en Uber, de todas las tareas para resolver los atascos del presente, al final no seamos más que cerebros en una cubeta a los que alguien les esta haciendo pensar que está terminando de leer un blog bastante desordenado? No se si las cubetas son los amarillos, los blancos o nosotros mismos, pero lo cierto es que hay que recuperar nuestra relación con el tiempo de la ciudad, con nuestro ser-tiempo en la ciudad, los otros que se sigan peleando.